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Casa Histórica. Museo Nacional de la Independencia

Galtieri y su última jugada

Asediado por la crisis económica y los reclamos por los desaparecidos, el gobierno de Galtieri todavía tenía posibilidades de controlar la situación y ganar tiempo hasta que pasara lo peor de la tormenta. Había que recuperar el entusiasmo perdido, todo un desafío en medio de un panorama que ofrecía congelamiento salarial y subas continuas de tarifas y precios.

La Junta Militar tenía una carta en la manga para resolver estos problemas. La última jugada de Galtieri consistía en dar luz verde a los planes para invadir Malvinas, que se venían elaborando desde el comienzo mismo del proceso. El operativo se lanzó el 2 de abril de 1982. Y fue, en varios aspectos, un éxito rotundo. La ocupación fue rápida e incruenta. El apoyo de la opinión pública y la dirigencia civil fue tan amplio y entusiasta que Galtieri pudo asomarse al balcón de la Casa Rosada y ver una Plaza de Mayo colmada.

Sin embargo, el escenario diplomático puso en evidencia la incapacidad de la Junta. A horas de la invasión, el Consejo de Seguridad de la ONU emitió una resolución que la condenaba y ordenaba a la Argentina retirar sus tropas. Los británicos, desde la óptica del derecho internacional, quedaban eximidos de dar explicaciones. Malvinas era un caso especial de colonización, ya que sus ciudadanos no deseaban convertirse en argentinos. Así lo entendió Thatcher cuando, con el respaldo de la ONU y contabilizando los problemas internos que enfrentaba su gobierno, no dudó en hacer lo que la Junta había casi descartado que hiciera: puso en marcha una costosísima operación militar para recuperar las islas por la fuerza si los argentinos no se retiraban. La Junta Militar consideró que convenía escalar el conflicto, de modo que envió más tropas y equipos al rebautizado “Puerto Argentino”, designó gobernador a un general e instauró un nuevo estatus legal para sus habitantes.

Hubo oportunidades de acuerdo. La más seria fue la que se presentó cuando el Departamento de Estado estadounidense, corriendo el riesgo de enemistar a los Estados Unidos con su más importante aliado, propuso implementar lo que hasta la ocupación se había estado discutiendo: una administración compartida. Thatcher respiró aliviada cuando se enteró de que el gobierno argentino había rechazado esa oferta. En la fatal decisión de la Junta pesó la expectativa de que las fuerzas británicas finalmente se detuvieran, o que fueran detenidas por los norteamericanos. Pero, lejos de hacerlo, éstos comenzaron a colaborar militarmente con Thatcher.

Soldados argentinos llegando a las Islas Malvinas

La guerra se había vuelto inevitable. Las acciones se iniciaron el 2 de mayo con el hundimiento del crucero General Belgrano, un acto brutal con el que los británicos cerraron la puerta a cualquier negociación. La Junta, en parte por falta de preparación para un conflicto como el que se iniciaba y en parte por no haber tomado en serio que fuera a producirse, no había organizado una defensa eficaz. Muchos de sus recursos más valiosos seguían en el continente o estaban desplegados sobre la frontera con Chile. Salvo en las operaciones aéreas (con las que las fuerzas argentinas lograron dañar o hundir varios barcos británicos), desde un principio quedó evidencia la superioridad tecnológica, profesional y de conducción del adversario. Por dar solo un ejemplo, los Sea Harrier de despegue vertical y visión nocturna hicieron su bautismo de fuego en el Atlántico Sur. Gran Bretaña tomó el control del espacio aéreo y naval en torno a las islas, eliminando la ya escasa movilidad de los defensores, a pocos días de iniciadas las acciones. A fines de mayo estableció una cabeza de playa al sur de la capital, donde se concentraban las tropas argentinas, que ofrecieron todavía una desesperada resistencia apoyada esporádicamente por aviones de la Fuerza Aérea. Finalmente, el 14 de junio, y pese a que Galtieri había ordenado “combatir hasta el último hombre”, se rindieron. Alrededor de 700 argentinos y 300 británicos murieron en la contienda.

La noticia cayó como una bomba en el ánimo de la población. Miles de personas indignadas salieron a las calles. Como consecuencia de esto, el 16 de junio los generales obligaron a Galtieri a renunciar, mientras la Armada y la Fuerza Aérea se retiraban de la Junta buscando cargar los fracasos del régimen sobre la espalda de sus pares de tierra. Éstos designaron en soledad al general retirado Reynaldo Bignone para encabezar un nuevo gobierno. Y Bignone anunció inmediatamente el inicio de la transición a la democracia.

Juan Pablo Bulacio
Área de Investigación
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Casa Histórica - Museo Nacional de la Indepenedencia

Malvinas

Este video editado por Canal Encuentro muestra un breve resumen del desorbitado plan para recuperar nuestras islas Malvinas. La mayoría eran soldados de entre 18 y 20 años provenientes de zonas cálidas de Argentina y con poco o nulo entrenamiento en combate ya que cumplían el Servicio Militar Obligatorio suspendido en 1994 tras la trágica muerte del conocido soldado Carrasco.