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Casa Histórica. Museo Nacional de la Independencia

La batalla que torció el rumbo de la revolución

En los últimos años, se han escrito ríos de tinta acerca del período revolucionario. Los historiadores más comprometidos y enfocados en esta etapa han señalado que las guerras de independencia en Tucumán iniciaron dos caminos.

Por una parte, surgieron nuevas ideas sobre dónde reside el poder, ahora la soberanía no emanaba del derecho divino, sino del pueblo. Esto significaba que nacía un espacio para llamar a elecciones, decidir quiénes participarían en ellas, qué procedimientos se utilizarían y qué límites territoriales tendrían las nuevas autoridades.

La nueva dirección que tomaba la política fue desarrollándose entre viejas concepciones del mundo colonial y nuevas prácticas que iban imponiendo los nuevos tiempos. Entre otros cambios, esta situación daría lugar al pasaje del concepto de «vecino» al de «ciudadano».

El segundo camino que tuvo importantes consecuencias fue el estado de guerra permanente librada en la región del norte. Tucumán fue una de las sedes en las que el Ejército del Norte se estableció por varios años. Esto provocó grandes transformaciones en el estilo de vida de las personas y en el ritmo cotidiano de la ciudad, ya que la presencia del ejército y su demanda, sumada a las continuas levas, las requisas, el control más severo de las opiniones y la transmisión de noticias, irrumpieron de forma continua el paisaje habitual de los días.

Con esta explicación de fondo, la Batalla de Tucumán nos obliga a hacer un alto para comprender su significado y trascendencia histórica en un marco más amplio, el de la trayectoria de las campañas del Ejército del Norte. Para esto es necesario hacer memoria de lo ocurrido en Huaqui (20 de junio de 1811); la pérdida de Cochabamba (13 de agosto de 1811; el Éxodo Jujeño (agosto de 1811); la Batalla del Río las Piedras; la Batalla de Tucumán y la Batalla de Salta. Cada una de estas contiendas actuó como norte en el trayecto hacia la independencia.

Croquis de la desembocadura del Río Desagüadero, donde se desarrolló la Batalla de Huaqui

 

1812

La situación general era crítica. Buenos Aires estaba enfrentado a Artigas; en el norte, el ejército retrocedía frente al avance realista; y el Triunvirato estaba dispuesto a resignar el control de la antigua región del Tucumán, ordenando a Belgrano que se replegara hasta Córdoba. La decisión del Triunvirato no sólo ponía en peligro el éxito militar, sino también el apoyo de las poblaciones a la revolución.

Belgrano veía cómo el avance realista era cada vez más latente. En el río Las Piedras, la vanguardia realista consiguió apoderarse de parte de la artillería del ejército del norte y apresar a unos cuantos soldados. Frente a esto, Belgrano, desde las inmediaciones, planeó un rápido ataque y logró dispersar al enemigo y capturar a varios prisioneros. Esta operación si bien fue exitosa, no fue trascendente en lo militar, pero sí sirvió para levantar la moral de una tropa que venía arrastrando consecutivas derrotas.

La Batalla de Tucumán evidenció el compromiso que los tucumanos tomaron con la revolución

Las órdenes desde Buenos Aires eran claras y estrictas: retroceder hasta Córdoba y no presentar batalla. Sin embargo, cuando las huestes patriotas llegaron a Tucumán, Belgrano envió a Juan Ramón Balcarce a la ciudad, para instar a sus vecinos a que organizaran su defensa.  Las actitudes fueron distintas frente al requerimiento. En la ciudad, el teniente de gobernador Ugarte y Figueroa, ni representantes del Cabildo asistieron al encuentro con Balcarce; al parecer las noticias de las sucesivas derrotas y del poderío de las tropas de Pío Tristán, se reflejaron en el casi nulo apoyo. Sin embargo, en la campaña, se reclutaron muchas milicias con el concurso de Bernabé Aráoz, de don Diego Aráoz, de don Pedro Miguel Aráoz y de otros miembros de esa familia, según relató el propio Belgrano.

Manuel Belgrano, Bernabé Aráoz y Pío Tristán


Sea como fuere, lo cierto es que este encontró entre la población y las milicias tucumanas la fuerza suficiente para decidirse a desobedecer las órdenes del triunvirato y presentar batalla en Tucumán. Torció el rumbo, dejó el camino de las carretas y llevó su ejército de unos mil seiscientos hombres a las afueras de San Miguel de Tucumán. En el lugar conocido como el Campo de las Carreras lo desplegó; como disponía de tiempo y de algún modo, del factor sorpresa, pues las fuerzas de Tristán casi daban por hecho que no se enfrentarían, se dispuso a preparar el terreno.

La ciudad rápidamente fue transformándose en terreno de combate. El despliegue de caballos, hombres y preparativos de Belgrano, más la inminencia de la llegada del ejército enemigo sacudieron la calma de la aldea. En el campo de batalla reinaba una gran confusión, sin embargo, lo que estaba claro era la tenaz lucha emprendida por los gauchos y campesinos que con sus típicos aperos, guardamontes y chuzas, lograron retirar del campo de batalla a los realistas.

La batalla que cambió la historia de la revolución

El triunfo de la Batalla de Tucumán señaló dos cuestiones importantes. Por un lado, evidenció el compromiso que los tucumanos tomaron con la revolución y el sostén de la guerra, lo que le valió después un lugar preponderante en las Provincias Unidas. Y por otro, fue decisiva para allanar el camino hacia la Independencia. Marcó el límite norte del dominio patriota; el teatro de la guerra se fue desplazando hacia el norte, a Salta, Jujuy; el Alto Perú, sin embargo, quedó en manos realistas.



Valentina Mitrovich
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